lunes, 1 de mayo de 2017

Ladri di biciclette (1948) de Vittorio De Sica.

En el año 1939, la decisión de prohibir el ingreso de películas americanas a Italia resultó un beneficio para su industria. El autarquismo de la producción logró que dicho país sea el más importante con respecto a la producción cinematográfica. En estos momentos, el fascismo imperaba y desarrolló organismos institucionales formados por empresas de distribución, producción y laboratorios. El cine fascista se caracterizó por promover el cine de consumo con la siguiente temática: implementar en los filmes una imagen optimista de la realidad. En la posguerra, un cambio se iba evidenciando en algunos movimientos intelectuales.
Uno de ellos es el neorrealismo italiano, el cual comprende los períodos de 1945 a 1949. El cine italiano de esta época se caracteriza, sobre todo, por su adherencia a la realidad. La representación del mundo “tal como es”, la temática de asuntos de la vida íntima o familiar desde una mirada crítica social cruel pero ingeniosa, y el realismo llevado al extremo tratado sensible y poéticamente habían sido cualidades menores hasta el principio de la guerra.
Ladri di biciclette (1948), aquí llamada “Ladrón de bicicletas”, es considerada una película neorrealista del cine italiano, en tanto sigue las características de aquellas reconocidas películas de los años 1946 y 1947, tales como Paisà (1946, Roberto Rossellini); Roma, città aperta (1945, Roberto Rossellini), entre otras. Entre estas propiedades pueden encontrarse: el rodaje en escenarios naturales, es decir, la desaparición de la puesta en escena, la participación de actores no profesionales, entre otras características que van a ir desarrollándose a continuación.
La película fue dirigida por Vittorio De Sica y sus actores principales fueron: Lamberto Maggiorani (Antonio Ricci) y Enzo Staiola (Bruno Ricci). Dichos intérpretes responden a aquella característica del neorrealismo de la ausencia de actores profesionales, brindando así la naturalidad de las actuaciones. El director del filme a analizar se destaca por la búsqueda de los intérpretes en función de diversos caracteres. Por no profesionales se entiende la negación de este discurso cinematográfico a rechazar la idea de “star”, la cual pretendía establecer una imagen previa del actor, el cual siempre participaría de los mismos géneros cinematográficos realizando papeles similares. Al rechazar este principio, el neorrealismo italiano pretendía la utilización indiferente de profesionales o de actores eventuales. Estos actores son elegidos por adecuación con el papel, en el caso de De Sica, realizaba una gran cantidad de ensayos en donde comparaba la pureza natural del rostro, la manera de caminar, entre otros caracteres que eran importantes para poder formar la conformidad física y biográfica del personaje.
Ya con esta primera característica, es posible demostrar que la película actúa como mero reflejo de la realidad de su época. En la sociedad italiana de 1948 las clases sociales estaban claramente divididas. La guerra no afecto la calidad de vida de las clases altas, pero la clase obrera estaba inmersa en un panorama desolador conviviendo con la miseria y la desocupación. La escena en la que Antonio y Bruno ingresan a un restaurant y comen allí, con el juego de miradas entre el niño rico y Bruno denotan las posiciones sociales, a las cuales se agrega el detalle de que el hijo del obrero no sabe utilizar los cubiertos y come con la mano. El director De Sica, como Cezare Zavattini, muestra la crisis del idealismo sostenido en el mito de la solidaridad y la cohesión humana, observa la vida cotidiana y retrata la tragedia de los seres humildes a partir de la crónica, escasamente intelectualizada y alejada de cualquier forma de ortodoxia política.
Por otra parte, es importante destacar que todos sitios filmados son reales. A lo largo de toda su duración, no hubo escenas filmadas en algún estudio cinematográfico. La búsqueda realizada por el padre y su hijo durante toda la película se lleva a cabo en las calles de Roma, a pesar de que en diferentes momentos se ingresa dentro de otros lugares, como un restaurante, casas, entre otros. Esta característica resulta de gran importancia en el neorrealismo ya que permite generar en el espectador la sensación de estar visualizando hechos reales. La luminosidad perfecta obtenida por la mismísima naturaleza, ayudada por los ángulos y movimientos de cámara (siguiendo constantemente a los personajes), hacen que la desaparición de la puesta en escena logre una fuerte impresión de realidad. Este es el verdadero objetivo que buscaba el director De Sica, transformar el arte cinematográfico en ilusión de realidad.
Otra particularidad es la estructura del relato. Primeramente, se presenta el personaje principal que adquiere, finalmente, un trabajo cuyo requerimiento es la posesión de una bicicleta, la cual Antonio Ricci no tiene. Luego de vender algunas de sus pertenencias, puede comprar este medio de transporte, el cual tiene una gran importancia en las costumbres urbanas italianas y en una época en las que estos objetos eran costosos y limitados. En su primer día de trabajo, pegando carteles en las calles de Roma, este objeto preciado le es robado y a partir de este momento, el protagonista inicia la búsqueda de este elemento perdido junto a su pequeño hijo. Toda la película sigue esta expedición, mostrando la realidad, la vida cotidiana de esa época. Este relato está enfocado en las diferentes acciones que realiza el protagonista, el cual intenta obtener ayuda de todos los medios disponibles. Primero recurre a la policía y luego a sindicatos sin conseguir su objetivo. Luego, realiza la búsqueda dentro de mercados negros e iglesias, lugares comúnmente reflejados en el neorrealismo demostrando realidades sociales. Todo este recorrido es atestiguado por su hijo Bruno, que mira atentamente a su padre ante las tomas de decisiones del adulto y lo acompaña en todo momento. No suceden grandes acontecimientos en la narración, sino que podemos observar hechos que suelen ocurrir diariamente, como, por ejemplo, la caída de lluvia repentina.
Por otro lado, podemos dar cuenta de otra característica con respecto a los espacios utilizados. Esta es la topografía romana que describe “Ladrón de bicicletas”, la cual no persigue una verosimilitud geográfica, ya que a De Sica le interesa convertir el viaje en un recorrido por las instituciones italianas deshumanizadas por la burocracia. Toda la secuencia que se da dentro del espacio de la Iglesia es un claro ejemplo de esto: en su acto de caridad, el vagabundo corrupto es amparado y protegido por la institución eclesiástica. Además no solo las frases que van diciendo en el rezo contrastan con la situación del hombre honesto sino que además, algunos responsables de dicho establecimiento, impiden que Antonio siga al vagabundo que tiene información sobre el ladrón. En cuanto a la institución policial, siempre parece no cumplir su función de proteger a los que realmente deberían, entran en el juego de la indiferencia y desunión social. Sin embargo, al final de la película, cuando Antonio es atrapado al robar la bicicleta, el dueño de la bicicleta no denuncia a Antonio mostrando un mínimo acto de solidaridad.

Escrito por Camila Mollica y Macarena Atauri. 

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